Existe un gran interés por desarrollar baterías ligeras, baratas, sin partes metálicas, y que perjudiquen lo menos posible al medio ambiente. Los materiales más prometedores incluyen los polímeros conductores, componente básico de lo que se ha dado en llamar "electrónica de plástico". Un polímero conductor, el PPy, parece prometedor, pero fue a menudo considerado demasiado ineficaz para las baterías comerciales. Ahora, esta situación ha cambiado gracias a un avance técnico.
Albert Mihranyan y su equipo de la Universidad de Uppsala, Suecia, se percataron de que mediante un recubrimiento de PPy en un substrato con una gran área de superficie, y controlando cuidadosamente el espesor de la capa de PPy, es posible mejorar sustancialmente la capacidad de carga así como la velocidad de carga y descarga.
El secreto del rendimiento de esta pila es la capa ininterrumpida, homogénea, con grosor nanométrico, hecha de PPy, sobre fibras de celulosa individuales que a su vez pueden ser moldeadas en hojas de papel de porosidad interior excepcionalmente alta.
Los investigadores utilizaron celulosa especial, extraída de una cierta especie de algas verdes, con 100 veces el área de superficie de la celulosa presente en el papel normal. Esa área de superficie fue fundamental para permitir que el nuevo dispositivo pudiera lograr una gran eficacia al almacenar y al descargar la electricidad.
El diseño innovador de la célula de la batería es sin embargo sorprendentemente simple, aunque muy útil. Ambos electrodos consisten en pedazos idénticos del papel compuesto separados por un papel ordinario de filtro con cloruro sódico como electrolito. La diferencia de potencial se debe sólo a las diferencias entre la forma oxidada y la reducida de la capa funcional de PPy.
La pila se recarga más rápidamente que las baterías recargables convencionales y parece apropiada para aplicaciones que involucren la electrónica flexible, como la incorporada en vestidos y en embalajes.
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